El siguiente artículo busca profundizar en un aspecto importante en una de las simbiosis prioritarias en nuestro deporte, hablamos de la relación familia, deporte, jugadores.

A menudo, en el contexto del deporte, escuchamos que es muy importante que exista un equilibrio positivo entre las familias y los clubes, sin embargo, existe una parte de la relación, el propio deporte, que desde una perspectiva más pedagógica requiere de cierta atención. Una atención que se traduce en conductas propias del baloncesto y cómo influye en los motivos de práctica deportiva y abandono.

En el siguiente artículo que nos presenta Ignacio Palmero Martí, se busca conocer desde un punto vista pedagógico aquellas consideraciones que completan esa interacción del modelo, familias, deporte y jugadores. Y es que debemos responsabilizarnos de conocer cómo puede afectar nuestra labor en el día a día de nuestros jugadores, ser capaces de generar ambientes positivos con las familias y hacerles partícipes también de este proceso de enseñanza. Son aspectos que desde una visión más educativa, es prioritaria para establecer un clima motivacional alto que traduzca la teoría generaliza en realidades palpables en nuestros clubes.

Este es un artículo, que no sólo busca dar luz a la relación de la que hablamos, sino de contextualizar la labor que como club podemos desarrollar. Podrás observar que no es sólo un compendio de información, sino que existe una traducción práctica de qué podemos hacer como entrenadores y como entidad para desde una vertiente pedagógica abordar algo mucho más allá que un decálogo de buen comportamiento o expectativas bonitas que todo papel puede soportar.

Desde la Federación de Baloncesto de la Comunidad Valenciana, agradecer a Ignacio su propuesta, implicación en el programa y el tiempo que ha dedicado a elaborar estas consideraciones y aplicaciones para dar sentido a una interacción propia de nuestro día a día como entrenadores.

1. CONTEXTUALIZACIÓN

El objetivo del presente artículo es poner en relevancia el papel que juegan los padres y las madres en el proceso de enseñanza-aprendizaje de las actividades deportivas de sus hijos. Para determinar la transcendencia de la labor de los progenitores como parte fundamental del triángulo formativo (jugadores-entrenadores-padres), es de suma importancia contextualizar el deporte base desde una perspectiva educativa, es decir: entendiendo el deporte como un magnífico vehículo didáctico.  De esta manera podremos intervenir, desde nuestra figura de entrenadores, directivos o técnicos, para dotar a los padres de nuestros clubes de unas recomendaciones básicas en relación a los proyectos educativos que constituyen el deporte base.

2. LA EDUCACIÓN A TRAVÉS DE LOS VALORES DEL DEPORTE

La RAE, en su diccionario académico, define deporte como “actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas” y añade “recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico…”. Autores como Domingo Blázquez, experto en didáctica de la educación física, nos aproximan al concepto que manejaremos en el artículo: deporte educativo, aquel que “ha de fomentar el desarrollo y la mejora de las distintas capacidades cognitivas, afectivas, sociales, motrices y psicomotrices de la persona que lo realiza”.

Desde los tiempos del olimpismo moderno, se ha interpretado el deporte como una actividad que lleva implícita la transmisión de una serie de valores virtuosos que hacen mejores a sus practicantes (justicia, lealtad, amistad, juego limpio, respeto, etc). Esta acepción es todavía más notable en los deportes socio motrices con compañeros y adversarios; que son capaces de trasladar los valores de compañerismo, tolerancia y responsabilidad.

Esta interpretación no es tan sencilla, ya que el deporte en cuestión hará constar esos valores siempre y cuando los agentes sociales eduquen para que sea posible su transmisión, como bien indica Olivera, J. (2001) “los indudables valores del deporte no pueden transferirse automáticamente a los alumnos, si no es bajo el tamiz de ciertas condiciones pedagógicas y didácticas”.

El objetivo principal del deporte base pasa por educar a través de esos valores por medio de los diferentes agentes sociales que intervienen en el proceso formativo de los niños, es decir: padres, entrenadores y los propios jugadores.

¿Qué identificamos como valores del deporte?

Los valores, definidos desde las ciencias de la educación, son “los criterios, los pensamientos, las decisiones que permiten clarificar y acertar qué es lo que se debe potenciar en una cultura como educativo…” (Flores y Gutiérrez, 1990).

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Modificado de Gómez Rijo (2003).

Estos valores que hemos mencionado aparecen en el currículo escolar de Educación Física y serán inherentes a la práctica deportiva siempre y cuando el entorno deportivo sea capaz de crear un clima didáctico favorable para su aprehensión. Citando a Garrido, M. (2010): “la actividad deportiva puede ser muy beneficiosa si se rodea de las circunstancias necesarias para ello”.

Podemos afirmar que una estructura o modelo centrado en la educación y en el desarrollo de valores del individuo, sería el entorno ideal para la práctica deportiva, algo que a veces no se obtiene porque los agentes implicados en el proceso deportivo no orientan dicha actividad de manera eficaz (Romero, S. y cols., 2009).

3. MOTIVOS DE PRÁCTICA Y ABANDONO DEPORTIVO

Entendiendo nuestra labor formativa como un medio para el desarrollo físico y psicosocial del niño, vamos a desglosar diferentes ítems que nos permiten entender la idiosincrasia de las emociones, motivaciones e inquietudes que son comunes en los practicantes del deporte en edad escolar.

¿Qué motivos existen para practicar deporte?

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Clasificación de Torregrosa y Cruz (2007)

Conociendo los tipos de motivación, tenemos que conseguir que el pilar básico se componga por las razones intrínsecas y sociales, tal y como indican numerosas investigaciones citadas por Cox (2007), en las que podemos identificar los siguientes motivos fundamentales de participación de los niños:

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Modificado de Cox (2007)

Es interesante ver como el “ganar” rara vez se encuentra entre los primeros puestos en las listas de motivos para la práctica de los más pequeños (Lee y col., 2000 citado por Cox., 2007), y si es así, puede ser un indicativo potencial de que la base de la motivación no tiene un buen sustento.

El tipo de motivación que mantiene a nuestros jugadores entusiasmados con el deporte que practican va íntimamente ligado a la prevención del abandono temprano del deporte, ya que las causas de abandono suelen ir ligadas a condicionantes externos.

¿Cuáles son las causas potenciales de abandono?

Han sido diversos autores los que han estudiado las causas de abandono deportivo y en su mayoría relacionan conceptos como la autoeficacia, satisfacción intrínseca o competencia percibida, así como el énfasis competitivo, los agentes externos y la excesiva presión.

Autores como Nuviala (2004) relacionan el modelo deportivo escolar y el abandono. Si el modelo de organización está orientado únicamente a la competición, donde el fin principal es conseguir la victoria, con la presión física y psicológica que esto conlleva, derivará en una situación de frustración para un gran número de jugadores que comienzan, produciéndose un abandono prematuro de la actividad en cuestión. En cambio, se observa que en los modelos deportivos orientados a la formación, dónde se educa a través del deporte, prima la auto satisfacción del deportista y hay un menor abandono.

Otros autores señalan la “satisfacción intrínseca en el deporte” como el “antecedente que determina un incremento o abandono de la práctica deportiva”, ya que “tendemos a preservar aquellas actividades que son divertidas” (Duda, 1993). Esto se debe a que los jóvenes orientados a la tarea, tienden a divertirse más con la práctica y a ser más activos. Por el contrario, aquellos orientados al resultado se aburren más a no ser que se perciban con una alta competencia deportiva (Duda, 2001).

Además, encontramos “motivos psicológicos subyacentes” (Cox, 2007), como son la angustia y la preocupación asociadas con el énfasis competitivo, que debilitan la motivación intrínseca del niño o su pasión por una actividad.

A modo de resumen, podemos agrupar las causas en el siguiente cuadro:

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Si analizamos las causas de abandono deportivo, veremos que en su mayoría están ligadas a la labor, orientación y modelo de los agentes socializadores (formadores y padres). Sobre todo en la adolescencia temprana, dónde numerosos autores indican que a mayor número de significativos activos (padres, madres, hermanos, mejores amigos) implicados en la actividad que realizan los niños, habrá un mayor nivel de práctica (Castillo, I. y cols., 2004). Por ese motivo, el clima y el ambiente creados por el entrenador y los agentes externos pueden ser determinantes para reforzar la autoconfianza y prevenir el abandono.

4. LOS PADRES COMO AGENTES EDUCADORES FUNDAMENTALES

El rol que establecen los padres como agentes educadores de sus hijos es esencial para entender su formación vital a lo largo de la infancia y de la adolescencia temprana. Aunque es indudable que en la sociedad actual el peso educativo de la escuela es muy grande, los padres siguen siendo el primer referente educativo para los más pequeños.

Como apuntan Romero y cols. (2004), la filosofía que tengan los padres y entrenadores en  torno al deporte, va a influir sobre el desarrollo de la personalidad del niño, así como en las atribuciones causales en torno al resultado deportivo, o en las expectativas que se formen sobre el joven deportista.

Asumiendo la importancia que tienen las familias en el deporte escolar, nos encontraremos multitud de familias con intereses particulares y en muchos casos divergentes: familias en las que sus miembros nunca han practicado un deporte reglado, padres que jamás han pertenecido a una estructura de Club y carecen de la experiencia necesaria para manejar ciertas situaciones, padres que han estado relacionados con clubes deportivos y tienen un afán de colaboración positivo y son proactivos, etc.

Según una clasificación muy completa de Romero (2002-2004), podemos distinguir distintos tipos de padres:

– Padres que han sido deportistas de élite

– Padres que no llegaron a los objetivos de élite.

– Padres desinteresados.

– Padres interesados en la formación deportiva (ya sea como hábito, prevención o como salud)

– Padres “entrenadores”.

– Padres fanáticos.

Autores como Roffé (2003), sintetizan a los grupos de padres en 3 tipos:

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Por nuestra experiencia personal, la mayoría de padres que han confiado en nosotros para la formación deportiva de sus hijos han mostrado proactividad y colaboracionismo en todas las actividades que hemos propuesto, entendiendo cuál era su rol dentro del funcionamiento interno del Club. Esta colaboración se suele producir cuando los padres son partícipes del proyecto deportivo porque creen en la filosofía y en el modelo de educación a través de los valores del deporte comentado anteriormente. Dicho esto, siempre hay excepciones que pueden suponer un obstáculo a la hora de sacar los proyectos adelante; y debemos intervenir con pedagogía. Autores como Smoll (2006) clasifican a estos padres como “padres problema” y apuntan soluciones para revertir las situaciones adversas e incómodas.

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Modificado de Smoll (2006)

Atendiendo a estas clasificaciones, vemos que el modelo de los padres y su actuación juegan un papel similar al del formador deportivo, por lo que nuestra labor como entrenadores es analizar qué tipos de padres tenemos en nuestros equipos, reforzando las conductas adecuadas y reprobando las inadecuadas. Como técnicos, además de ser un referente para los niños, debemos ser un referente para los padres.

5. HÁBITOS Y CONDUCTAS DE LOS PADRES PARA ESTABLECER UN CLIMA MOTIVACIONAL ÓPTIMO

Para poder conseguir que técnicos deportivos y padres formen un tándem y un “equipo” en el que “comparten y aceptan unos objetivos comunes y que llevan a cabo esfuerzos por alcanzarlos” (Gimeno, F. 2006) es imprescindible que los estilos de conducta converjan y no sean contradictorios.

Para que se produzca este binomio es necesario que sentemos unas bases pedagógicas para los padres de nuestros jugadores.

Si tomamos como modelo teórico a uno de los autores de referencia en el campo de la educación de padres y madres en el contexto de la formación deportiva de base, Gimeno, F. podemos establecer una serie de pautas para mejorar la autoconfianza en sus hijos (clave para la motivación intrínseca):

– Escuchar a los hijos con atención e interés cuando cuenten algo sobre el deporte que practica. No hace falta “tirar de la lengua”, ya que se encontrará el momento en el que se podrá hablar de ello.

– Preguntar al hijo para favorecer su reflexión, a fin de que saque conclusiones y tome decisiones, en lugar de darle “recetas”.

– Controlar el excesivo entusiasmo al hablar de deporte.

– Aprobar e incentivar su esfuerzo e interés mientras mejora sus habilidades deportivas, mostrando optimismo respecto a su aprendizaje.

– Ayudarle a que valore el aprendizaje y progreso conseguido en términos de esfuerzos personales realizados.

– No “exigirle” resultados deportivos.

– Evitar recriminar, compadecer o proteger en exceso al hijo.

– Felicitarle cordialmente y sinceramente por las mejoras conseguidas (su progreso deportivo, el aprendizaje de una habilidad, el manejo adecuado de un conflicto interpersonal, etc).

A modo de síntesis y valorando otras propuestas de autores reconocidos en la materia, como Sánchez, Garrido o Smoll, hemos establecido una serie de premisas que orientan a los padres en su labor como agentes educadores dentro del contexto de Club. Muchas de estas premisas van ligadas a la Declaración de los derechos del niño en el deporte (1988), que incluye máximas como “derecho a disfrutar de un ambiente sano”, “derecho a no ser un campeón”, etc.

Orientaciones pedagógicas para padres y madres

· No presionar: el niño no hace deporte para cumplir los sueños de terceras personas y, si se diera el caso, las posibilidades de abandono se multiplicarían.

· Reconocer el valor y la importancia del entrenador que dedica su tiempo en formar a su hijo a través del deporte.

· Enseñar al niño que el esfuerzo y la dedicación son más importantes que la victoria en sí misma. La victoria y la derrota son componentes intrínsecos del juego que hemos de enseñar a comprender.

· Dotar de autonomía en las decisiones a sus hijos.

· Demostrar interés, entusiasmo y apoyo a sus hijos en el transcurso de sus etapas deportivas.

· Aceptar los triunfos y las frustraciones.

Hábitos para establecer un clima motivacional óptimo

(Conductas que refuerzan una actitud positiva y proactiva en los padres de los clubes deportivos).

¿Qué hacer ANTES de la competición?

· Enseñar a los hijos que tenemos que ir al partido a divertirnos. Disfrutar con el deporte que practicamos es esencial en la formación de base.

· Entender la competición como oportunidad de “auto-superación”. Lo importante es aplicar al contexto de juego lo aprendido en los entrenamientos.

· Transmitir los valores del deporte: compromiso, esfuerzo, cooperación, humildad, ilusión, solidaridad, amistad, tolerancia, etc.

¿Qué hacer DURANTE la competición?

· Animar y reforzar las acciones positivas del equipo.

· Respetar al equipo y afición rivales.

· Transmitir seguridad desde la grada. La función de los padres ha de ser animar, no ejercer de analistas, estadistas o entrenadores.

¿Qué hacer DESPUÉS de la competición?

· Escuchar y saber qué preguntar: “¿Cómo te lo has pasado? ¿Has puesto en práctica lo entrenado? ¿Cómo ha jugado el equipo?”. Invitar a los hijos a la reflexión, dejando que sean ellos los protagonistas, sin entrar en valoraciones técnicas que se escapan de nuestra competencia.

· Destacar lo positivo, destacando aquellas tareas o actitudes que antes no se producían y han sido capaces de hacerlas en el partido en cuestión.

· Enseñar a afrontar tanto la victoria como la derrota como parte del modelo de enseñanza-aprendizaje.

6. CONCLUSIONES: ¿QUÉ DEBEMOS HACER COMO CLUB?

Además de dotar a los padres de las pautas que crean los hábitos que hemos visto en nuestro apartado anterior, es muy aconsejable incluir en nuestra programación objetivos y métodos de trabajo que vayan focalizados a establecer una relación más adecuada con padres y madres. Un vínculo en el que se sientan partícipes de la filosofía de Club a la vez que ceden protagonismo a sus hijos y les acompañan de manera eficaz en su proceso de aprendizaje.

Nuestra prioridad será saber transmitir nuestro ideario de club para construir un proyecto en el que todos los agentes socializadores tengan una visión común. ¿Cómo lo haremos? Por medio de reuniones, información por distintos canales de comunicación (web, mail, RRSS, en persona), ejemplo de actuación, etc.

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Premisas básicas para conservar el triángulo deportivo:

· Información adecuada en tiempo y forma

– Reuniones al principio, durante y al final de temporada para: conocerse, facilitar la comunicación, transmitir las expectativas del entrenador, trabajar en equipo, facilitar la modificación de actitudes y conductas, etc.

– En estas reuniones, sobre todo en las iniciales, es conveniente entregar un resumen de las premisas que marcan el papel de los padres dentro del club, así como las ideas que sustentan nuestra filosofía.

– Es importantísimo dejar colaborar a nuestros padres, escuchar las distintas sensibilidades dentro del grupo.

– El uso de los canales de comunicación ha de medirse bien, siendo cercanos a la par que respetuosos.

· Enseñarles cuál es el verdadero significado de “ganar”. Citando a Smith, R.: “el éxito significa hacer el máximo posible para llegar a ser lo mejor posible según la propia capacidad”.

Como afirma Gimeno, F. la competición es positiva siempre y cuando:

– No prima el resultado, sino el aprendizaje y la adaptación.

– La competición no es un fin, sino un medio más de aprendizaje.

– Es considerada como una situación en la que se intenta superar el rendimiento de ocasiones anteriores y se esfuerza por conseguir el mejor resultado posible.

· Buen uso de los canales de comunicación

– Comunicar vía RRSS y web todo lo relativo a nuestras actividades, para interactuar con los padres.

· Ayudar a los padres a que adquieran actitudes y conductas positivas

– ¿Cómo? Aportando información útil: ideas que les orienten en la formación deportiva de su hijo. Objetivos club, responsabilidades entrenadores, cómo pueden participar, etc.

· Aprobar e incentivar actitudes y conductas positivas de los padres

– Los entrenadores debemos ser capaces de encontrar e identificar algo positivo en los padres de nuestros deportistas: tener interés por comunicarse con el entrenador, interesarse por el deporte que practica su hijo/a, animar al equipo de su hijo en todos los partidos, más allá del resultado.

· Reprobar y corregir conductas negativas

– De la manera más educada y didáctica posible, corregiremos las conductas no apropiadas que se puedan dar por parte de los padres durante los partidos y entrenamientos, si fuera el caso. En muchas ocasiones, la mejor forma de hacerle ver que su comportamiento no es el adecuado es reforzando actitudes positivas de otros padres que sí están actuando correctamente.

· Apertura/predisposición a propuestas constructivas

– Siempre respetando la filosofía del Club, estaremos abiertos a escuchar las propuestas que nos puedan llegar para la mejora de alguno de los aspectos extra deportivos o de funcionamiento de Club; siempre que se hagan de manera constructiva. Con ello, además de poder sumar ideas aportadas desde fuera del “staff” del club, conseguimos que los padres se sientan partícipes del proyecto con su implicación.

· Ser modelo o ejemplo para los padres

– Las personas tendemos a imitar comportamientos que corresponden a aquellos a los que se les otorga un alto grado de valoración personal o profesional, como podría ser el caso del entrenador. Por ese motivo, los entrenadores tenemos que proponernos mejorar cada temporada y dentro de la misma temporada en aspectos determinantes a la hora de dirigir grupos: liderazgo, comunicación, didáctica de la enseñanza y gestión de emociones. Además de enriquecernos a nivel formativo con las actividades y/o cursos federativas o de club. Ese crecimiento personal repercutirá en el respeto por parte de los componentes de nuestros equipos, se verá una gran evolución en nuestros equipos y puede llevarnos a una mayor implicación de los padres.

Como educadores del deporte base, nos interesan padres y madres colaboracionistas que entiendan el deporte como medio de formación para sus hijos, por lo que es imprescindible eliminar el intrusismo familiar nocivo dentro de las escuelas deportivas.

La armonía entre el triángulo jugadores-entrenadores-padres es esencial para construir proyectos que tienen como principal objetivo la formación multidisciplinar de los jugadores, y el único camino para lograrlo es seguir la misma línea desde todos los ámbitos que rodean a los jugadores.

 

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Ignacio Palmero (licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y director deportivo del Club Baloncesto Bétera)

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