Hay muchas formas de jugar al baloncesto. Para la gran mayoría es una afición, aunque eso sí, con una implicación y un cariño tan grandes que en ocasiones es más bien una devoción. Pero para unos pocos, el baloncesto va mucho más allá, y lo que comenzó como un hobby fue derivando en una profesión. Jose Simeón, María Pina, Sergio Olmos y Vega Gimeno nos cuentan para #fbcvBlog cómo fue ese proceso en el que el baloncesto pasó a llenar por completo sus vidas.

Su camino hasta llegar a la élite ha sido muy diferente, y cada uno nos cuenta el lado positivo y el lado negativo de la experiencia que han vivido. Y si tuviéramos que resumir en unas pocas palabras lo que une a todos ellos, serían éstas: esfuerzo, dedicación, sacrificio y capacidad de superación.

LOS INICIOS

Jose Simeón fue el que más pronto encontró esa pasión por el balón, algo en lo que su familia desempeñó un papel fundamental. No en vano, su padre ha sido un gran aficionado al baloncesto, además de entrenador durante muchos años en el Club Bàsquet Silla, donde todavía recuerdan cómo Jose, siendo muy pequeño, acompañaba a su padre a los entrenamientos y, con su propia pelota, trataba de imitar desde la cancha de al lado todos los movimientos que hacían los mayores. Tenaz y entusiasta de nuestro deporte, Simeón formó parte de una gran generación de jugadores minibasket que continuaron su camino en las filas del Valencia Basket, club en el que el base ha vivido sus principales éxitos deportivos.

Vega Gimeno comenzó a jugar a los 10 años en su colegio, El Pilar de Valencia. “Todavía a día de hoy recuerdo muchísimos momentos vividos en ese patio. Podría decirse que era mi segunda casa. Pasaba tardes y tardes jugando con una pelota, escuchando los consejos de los entrenadores que se paraban curiosos ante esa niña que veían día tras día con un balón jugando en el patio, o entrenando con cualquier equipo que me invitase a jugar con ellos. Recuerdo los días de partido, me levantaba muy pronto, nerviosa, con muchísimas ganas de jugar, de llegar la primera al patio, recuerdo los momentos post-partido con todas mis amigas sentadas en el suelo del patio viendo otros partidos. Me enamoré del ambiente del Pilar, del ambiente de deporte que se respiraba cada tarde, cada fin de semana, del espíritu celeste. Soy una fan incondicional de mi cole, y creo que lo seré siempre”, nos cuenta esta jugadora que a sus 24 años ha vivido ya grandes experiencias.

María Pina, por su parte, no lo tuvo tan fácil siendo una chica y sin tener ese ambiente de deporte que se respira en las instalaciones de muchos centros escolares. Como ella misma dice, “mi oportunidad llegó a los 11 años, me refiero a mi oportunidad de seguir disfrutando del baloncesto porque siendo mujer era complicado que hubiera un equipo de chicas cerca de donde yo vivía, en Benetússer, un pueblo pequeño”. Por eso María compitió en un equipo mixto hasta que a los 11 años decidió desplazarse hasta Valencia para jugar en el CB Don Bosco, un club que “me lo dio todo en una simple cosa, me lo dio todo en sonreír jugando, en ser competitiva, en meterme en vena la pasión y la capacidad que tenía para el baloncesto”.

Casi todos descubrieron el baloncesto en edades tempranas. Sólo Sergio Olmos se inició más tarde de lo habitual en nuestro deporte. “Empecé tarde, de pequeño me dediqué a otros deportes. Y en realidad no me gustaba mucho el baloncesto hasta que llegué a ser Cadete de primer año y entré a jugar en el Club Baloncesto Elda. Hasta entonces había estado haciendo deportes como natación o salto de altura”, explica Sergio. Pero los genes acabaron por convencerle de que lo suyo era el baloncesto: “Siempre he sido muy alto y por tanto tenía condiciones. Y además mi padre había sido jugador de baloncesto y me insistía. Decidí probar”. Y ese probar acabó dando el pistoletazo de salida a unos años increíbles para Sergio tanto a nivel deportivo como personal.

LA FORMACIÓN DEPORTIVA

Los inicios de estos cuatro jugadores/as fueron diferentes, y también el camino que luego tomaron en su formación. Jose Simeón optó por completar su trayectoria en el Valencia Basket, club con el que recorrió todas las categorías. Él lo recuerda como una etapa muy intensa y satisfactoria a la vez. “Todos mis años de cantera en el Valencia Basket tuve que sacrificar muchas cosas y tuve que trabajar muchísimo. Creo que en ese momento confiaron en mí porque era una persona comprometida, que se entregaba en cada entrenamiento, en cada partido y el Club se sentía identificado con mi persona y tuve la suerte de que decidieran confiar en mí y yo respondí. Los dos años que estuve con el primer equipo tuve muy buen recuerdo. En el primer año conseguimos ganar la Eurocup, tuve más protagonismo, y jugar una competición como la Euroliga te enriquece mucho. Eso a día de hoy me ha hecho crecer mucho como jugador y dar pasos muy rápidos en mi carrera”.

En el camino de Vega Gimeno, al igual que en el de María Pina, jugó un papel muy importante su paso por los Campeonatos de España de Selecciones. En el caso de Vega, esta oportunidad la pudo compartir con su equipo colegial. Así recuerda esos años: “Enseguida me enganché al baloncesto, y ya no solo al baloncesto, sino a todo lo que lo envolvía, a compartir ese tiempo con mis amigas, al trabajo en equipo, a la importancia de disfrutar jugando, a competir, a ganar, y a aceptar la derrota (algo que a día de hoy aún me cuesta). Jugué en mi cole hasta los 14 años. Durante todos esos años recuerdo que la cantera del Ros Casares preguntaba por mí a mis padres y al cole, pero nunca tuve la necesidad de dejar a mis amigas y a ese patio. Teníamos buen equipo, disfrutábamos jugando, y lo más importante, competíamos muy bien, y yo con esa edad no necesitaba más. Pero cuando cumplí los 14 años algo cambió, me di cuenta que necesitaba algo más, disfrutaba jugando a baloncesto con mis amigas, pero además, disfrutaba muchísimo compitiendo, y necesitaba seguir creciendo como jugadora. Sentí que quería dedicarme a eso, quería ser jugadora profesional de baloncesto”. Tras el Campeonato de España de Selecciones Infantiles en el que la Comunidad Valenciana logró ser subcampeona, a Vega le llegó la llamada del Siglo XXI. “Ramón Jordana habló conmigo y con mis padres, y entre todos, tomamos la decisión de irme a Barcelona, a la Residencia Joaquín Blume. Fue una decisión bastante sencilla para mí, porque como ya he dicho, quería jugar a baloncesto. Digamos que no me imaginaba un presente o un futuro en el que no hubiese baloncesto. Para mis padres sé que fue mucho más difícil, al fin y al cabo, yo tenía 14 años, era pequeña, y me iba a ir a otra ciudad. Su esfuerzo fue inmenso, y a día de hoy no puedo estar más agradecida a ellos, porque si soy quien soy y hago lo que hago es porque ellos me apoyaron, me dieron ese empujoncito y entendieron que con 14 años su hija tenía claro lo que iba a ser. Fueron muy generosos”.

La Residencia Joaquín Blume también fue el lugar en el que María Pina se acabó de formar deportivamente tras su experiencia en la Selección Autonómica y en el Programa de Detección de la Federación Española. “Cambié una vida común, cambié mis tardes de viernes patinando con mis amigos, donde nuestra mayor travesura era bajar una cuesta de un metro escaso, lo que por supuesto nuestras madres no nos dejaban. Cambié mi solfeo, mi guitarra y mi tabal (una especie de tambor valenciano) por pesas a las 7 de la madrugada, sesiones duras y dobles de entrenamiento y un día extremadamente organizado. Cambié mis noches durmiendo con mi abuela y los dulces despertares por una alarma que activaba todas mis aspiraciones de la vida. Cambié a mi familia, a mis padres, a mi hermano por un grupo de chicas que buscaban lo mismo que yo. Fue muy duro para mí y esa decisión me ha dejado secuelas dentro, tengo una gran necesidad de demostrarle a mi familia lo que les quiero cada día”, se sincera María, para a continuación tener claro que… “¡Bendito cambio! Ese lugar era para mí: la ambición, el competir, el entender el baloncesto como una manera de expresarme. Doy gracias por poder haber vivido todo aquello. Fueron cuatro años duros los que me sirvieron para plantarme en la máxima categoría del baloncesto español, en el equipo que yo quería, Estudiantes, y en la selección absoluta. ¡Increíble!”.

Cuatro años son también los que pasó Vega Gimeno en el centro de alto rendimiento. “Los cuatro años de la Blume fueron inmejorables. Mentiría si dijese que fue todo maravilloso, pero casi todo sí que lo fue. Disciplina, compañerismo, trabajo, esfuerzo, valentía, confianza… son algunos de los valores que allí más se inculcan. Entrenamientos a las 7 de la mañana, clases, más entrenamientos, deberes… ese era el día a día. 4 horas de entrenamiento diario. Era duro, pero me enriquecía tanto a nivel de baloncesto y a nivel personal que merecía la pena. Me compensaba en todos los sentidos”, comenta Vega, quien tiene palabras de agradecimiento hacia el técnico Ramón Jornada, “mi mentor y segundo padre aquellos años. Era capaz de odiarlo y quererlo muchísimo, me machacaba continuamente, sacaba lo mejor de mí y hacía de mis debilidades mis fortalezas. A día de hoy entiendo mejor muchas de las cosas que hizo por mí y el por qué las hizo, y le estoy inmensamente agradecida. Esos momentos, en los que me ponía al límite, son los momentos en los que yo más crecía como jugadora”.

La alero valenciana no alberga ninguna duda de que “fueron cuatro años de mucho sacrificio, y a veces era duro porque no éramos adolescentes normales, por las circunstancias maduramos antes, salimos menos, teníamos un horario al que ceñirnos… Pero una vez más diré que me compensaba en todos los sentidos. Hice amistades que son para toda la vida, aprendí valores que creo que muchas personas con esa edad no tienen la suerte de adquirir o entender. Aprendí que trabajando mucho puedes conseguir muchas cosas, pero que trabajando la que más, puedes conseguir todo lo que te propongas. Aprendí que con miedo no se llega a ningún lugar y entendí que la vida del deportista es efímera, y que necesitaba tener mi propio Plan B, como me gusta llamarlo”.

LA FORMACIÓN ACADÉMICA

Ese Plan B al que se refiere Vega se llama ESTUDIOS, y es algo a lo que los cuatro jugadores/as de este Blog se refieren de manera unánime. Jose Simeón hace patente su importancia: “No es nada fácil compaginar el deporte de élite con los estudios pero yo siempre he dicho que quien quiere, puede, y yo soy un ejemplo de eso. Me he sacado una carrera como arquitectura técnica que no es nada fácil, pero he tenido que sacrificar muchas cosas, como momentos con mis amigos, que los he tenido que cambiar por quedarme en casa estudiando. Eran horas y horas de entrenamiento, y llegabas cansado a ese entrenamiento por intentar aprobar los exámenes. Yo siempre he dicho que el deporte de élite, a los 35, 38, 39 años se acaba y hay una vida que continúa y si no te has formado como persona no eres nadie. Por eso todos los jóvenes que vienen por detrás deben ser conscientes de la importancia de estudiar, de formarse un futuro porque el deporte de élite es muy bonito mientras dura, pero se acaba”.

María Pina comenzó sus estudios universitarios en Madrid, tras fichar por Estudiantes. “Fue más complicado el organizarme, ya que en el centro de alto rendimiento las horas estaban muy marcadas y el colegio trabajaba junto al Club en nuestra progresión. Con Estudiantes ya era una competición no sólo para mi mejora sino que por encima de eso estaba el ganarme un puesto en el equipo y también los resultados en cuanto a clasificación como Club. Todo más “comercial” que educativo. Aun así yo compaginé mis estudios a distancia con mi vida deportiva y entre viaje y viaje, organizándome, me saqué mi título”, explica.

En el caso de Vega Gimeno, ella asegura que sus padres “han jugado un papel importantísimo. Siempre han sido muy estrictos en mi formación académica. Y por eso, después de mi etapa en la Residencia Blume, llegó el momento de seguir creciendo como jugadora, tocaba dar el salto a la élite, pero sin dejar de lado mis estudios, algo que tanto ellos como yo teníamos muy claro. Tomamos la decisión, y digo tomamos porque en cada decisión tanto mis padres como mi hermano siempre han estado ahí aconsejándome, de que la mejor opción era irme a USA porque me ofrecieron una beca deportiva y académica”.

Un nuevo reto en la formación de Vega, que según explica, resultó ser “un año durísimo. En algunos momentos se me hizo muy cuesta arriba, pero el balance fue positivo, ya que aprendí un nuevo idioma, una nueva cultura, hice nuevas amistades, tuve que adaptarme a otro tipo de baloncesto, y aprobé todo en mi primer año universitario”. Pese a ello, la alero decidió no apurar los cuatro años allí y regresó a España para competir en la máxima competición española con Rivas Ecópolis, compaginando su inicio como jugadora profesional a los 19 años con su matrícula en la UNED de la carrera de Ciencias Ambientales. “Jugar en Liga Femenina y estudiar a distancia no es tarea fácil, ya que tienes que organizarte muy bien, ser muy constante e invertir muchas horas de tu tiempo libre en estudiar y hacer trabajos por tu cuenta”, explica.

El paso de Vega por el baloncesto universitario americano no es el único entre los jugadores/as valencianos. Y sin duda, quien más puede hablar de esta experiencia vivida es Sergio Olmos, quien después de jugar en sus dos años de Junior con Valencia Basket decidió saltar el charco ante la propuesta de ir a una Universidad americana: “En un principio no lo veía, sólo tenía un inglés básico, pero luego dándole vueltas con mi familia entendí que era una buena oportunidad y una experiencia importante, así que me lancé”.

Fue la Universidad de Temple la que recibió a Sergio con los brazos abiertos. “Me comentó esta oportunidad un conocido que estaba metido en el baloncesto y que conocía a Pepe Sánchez, el que fuera base argentino del Valencia Basket. A través de él nos pusimos en contacto con los entrenadores de allí, estuvimos hablando de esta posibilidad y se interesaron. Me ofrecieron una beca de cinco años”, cuenta Sergio, muy satisfecho porque “no sé quién sería yo sin esa experiencia. Me ha formado en cómo soy yo como jugador y como persona. Jugué al máximo nivel de la liga universitaria, en pabellones llenos con 5.000 espectadores, con instalaciones increíbles y una vivencia extraordinaria”.

Sergio Olmos añade más datos sobre esa fantástica experiencia: “allí es todo a lo grande. Por ejemplo, mi Universidad cuenta con alrededor de 30.000 estudiantes, es como un mini pueblo”. Y el balance de esos años es para él enormemente positivo: “acabé la carrera de Matemáticas, he conseguido un inglés fluido y conservo amistades que voy a ver en cuanto tengo ocasión. Es cierto que me resultó duro en los primeros años, estuve a punto de volverme, y mirando hacia atrás menos mal que decidí seguir”.

En el caso de Sergio, su esfuerzo académico no acabó ahí, sino que años después regresó a España para competir en las principales categorías de nuestro baloncesto y cursar también la carrera de Estadística a través de la Universidad a Distancia del Reino Unido. En opinión de Sergio, “se puede compaginar. Es difícil, sobre todo si no es una Universidad a distancia. Hay que tener mucha fuerza de voluntad. Por ejemplo, lo habitual es tener dos entrenamientos al día y entre medias descansar echándote una siesta, pero el jugador que estudia no se lo puede permitir. Por tanto, es sacrificado, pero se puede llevar”.

EN LO MÁS ALTO

El éxito ha acompañado a Jose Simeón, María Pina, Sergio Olmos y Vega Gimeno. Y ahora saborean ese momento. Según Jose, “una vez has llegado a la élite, ves que todo el trabajo que has hecho hasta ese momento tiene su recompensa y eso es muy agradecido, pese a tener que renunciar a vivencias, a momentos con amigos, familiares y gente a la que quieres por conseguir tu sueño. También es muy agradecido ver el compañerismo que existe cuando compartes tantos momentos juntos, cuando ves a los jugadores veteranos que tratan de ayudar a los jóvenes que intentan dar ese paso hacia adelante, algo que enriquece mucho a este deporte y nos enriquece como personas”.

Vega Gimeno también disfruta de un buen momento tras acumular un importante bagaje a sus espaldas, incluido su paso por las diferentes selecciones nacionales. “A día de hoy estoy disputando mi sexta temporada en Liga Femenina y estoy en el tercer año de mi carrera de Ciencias Ambientales. Me siento muy afortunada por tener la vida que tengo. Trabajo haciendo lo que más me gusta, con lo que disfruto muchísimo, es algo que me ha permitido hacer muchas amistades, adquirir unos valores y experiencias incalculables. He podido, y lo sigo haciendo, estudiar mi carrera y aprender a la perfección un idioma, he viajado por medio mundo y conocido culturas muy diferentes. Espero poder hacerlo por algunos años más, y después, tener una vida normal y corriente y poder ejercer de lo que he estudiado”, señala.

UNOS CONSEJOS

Curioso que la trayectoria de todos ellos haya sido tan diferente hasta llegar a lo más alto, pero sin duda lo que tienen en común es una amplia experiencia que mostrar y sobre la que ofrecer sus propios consejos a quienes empiezan a descubrir esa ilusión por el baloncesto que ellos encontraron en su día. Disfrutando ahora de sus últimos años como deportista profesional, Sergio tiene muy claro que “hay que trabajar mucho. Tienes que hacer más de lo que te pidan, yo por ejemplo he trabajado mucho en mi juego. Recomendaría a los jóvenes que no se cierren sólo con el baloncesto, no da el dinero que daba antes; que sigan estudiando. Y si tienen la oportunidad, que se vayan a USA porque se traerán de allí muchas cosas”.

Al trabajo duro se refiere también Jose Simeón, quien insiste en que “seguir disfrutando el día a día del baloncesto es lo más importante, y por eso hay que ir paso a paso. Hay que dar lo mejor de uno mismo en cada entrenamiento porque si se trabaja duro y se tiene talento, la recompensa llegará”.

Para María Pina, “el camino hacia la élite ha sido muy exigente, con veranos en los que sigo entrenando, viajes, lesiones, dolores, añoranza… pero es lo que yo elegí y es lo que me ha dado ser lo que soy, una persona extremadamente sensible, que valora cada cosa que le rodea, cada persona que tengo a mi lado. Esta vida me ha hecho reconocerme mentalmente fuerte, viviendo en pocos años muchas y diferentes situaciones de las que he aprendido. Me he caído, me he vuelto a levantar, me he superado y sobre todo he disfrutado todo lo que el deporte me ha dado y me sigue dando. Desde mi humilde situación aconsejo a todas las personas que lean esto que simplemente disfruten al máximo de lo que estén haciendo, y que si lo que tienen en este momento les hace felices, luchen por mantenerlo todo el tiempo posible”.

Como decíamos al inicio de este artículo, a los cuatro les une el esfuerzo, la dedicación, el sacrificio y la capacidad de superación. Y por encima de todo, un deseo: seguir disfrutando del baloncesto día tras día.

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